El voluntariado no consiste sólo en que los privilegiados ayuden a los necesitados. Muchos de los hombres y mujeres que generosamente dedican su tiempo al Banco de Alimentos a veces necesitan ayuda para salir adelante. Y esto no debería sorprender: al fin y al cabo, muchas personas que han recibido ayuda de su comunidad quieren devolverla ayudando a los demás.
Lourdes Gómez es una de esas almas generosas. Lleva tres años ayudando a clasificar y empaquetar alimentos en la sala de clasificación de Second Harvest hasta cinco veces por semana. Las bolsas de productos que Lourdes empaca van a nuestros sitios de Alimentos para Niños en todo el condado, ayudando a los niños y las familias a adquirir suficientes alimentos nutritivos para mantenerse productivos y saludables. También trae comidas caseras como mole, ceviche y sopes para alimentar a los otros voluntarios, que la llaman cariñosamente "Tía".
Y aunque no se necesita experiencia para ser voluntario en el Banco de Alimentos, Lourdes aporta una gran experiencia a nuestras operaciones de clasificación: ¡12 años de trabajo en una empresa local de empaquetado! Pero aún más importante es el sincero deseo de Lourdes de ayudar a las personas necesitadas, que proviene -en parte- de saber ella misma lo que es tener una nevera vacía.
"Yo también estoy necesitado, pero sé que hay gente que necesita [alimentos] más que yo".
Y cuando Lourdes lleva a casa frutas y verduras frescas, las comparte con su vecina confinada en casa, que no puede trabajar ni desplazarse a las distribuciones de Second Harvest.
Lourdes dice que ayudar a los demás a través de Second Harvest es como una terapia para ella. Le levanta el ánimo trabajar con todo el personal y los voluntarios.
"Yo también lo necesito, pero sé que hay gente que lo necesita más que yo. Me siento bien sabiendo que, aunque lo esté pasando mal, puedo ayudar a mi comunidad".